La Copa del Tío Sam

Bienvenidos al especial de la Copa América 2024 en Escritura a secas. Como en el Mundial pasado, Juan David Morales y Julián Bernal Ospina escribirán sus impresiones del evento futbolístico más importante de fútbol en cuanto a selecciones. Pasen y disfruten. Si tienen alguna crítica a los textos, no se preocupen, ellos también.

El fútbol, ese otro fetichismo

Messi en un San Andresito de Pereira (Risaralda). 2005. Fotografía tomada de: https://x.com/golesendir_/status/1617320922779684866

Aquello de las colombianadas tiene mucha tela de dónde cortar, como también la tiene la sotana del padre Camilo Torres Restrepo, la más reciente colombianada del presidente Petro. Dijo en un tuit que medicina legal había confirmado científicamente que la sotana sí era de Torres. ¡Qué gran alivio para todos los colombianos! ¡Era lo que estábamos necesitando de nuestro presidente! Por fortuna, cuando se acabe la Copa América nos quedará ese otro juego bizarro que es la política, en el cual Petrosky no nos deja de sorprender: primero fue la espada de Bolívar, luego el sombrero de Pizarro, y ahora la sotana de Camilo Torres. ¿Qué sigue, el trapo sucio de Tirofijo?

Sobre objetos y fetichismos, pienso en algunos que han marcado la historia del fútbol colombiano: ¿dónde estarán los pupitres que Belisario Betancur prometió, por cuya financiación declinó la designación de Colombia como sede del Mundial de 1986?, ¿quién poseerá los guayos que usó Arturo Mendoza con los que metió el primer gol de Colombia en la historia de las copas américas, cuando perdió 9 a 1 contra Argentina en 1945?, ¿en qué estante guardará Paloma Valencia la camiseta de la selección que se puso Álvaro Uribe en 2006 sobre la camisa y la corbata al mejor estilo de político buscando votos?

Pienso en otros, tal vez más trágicos –lo mío es la tragedia y la comedia combinadas, como ya vieron–. También podría preguntar dónde están los últimos guayos que usó Andrés Escobar, cuál hincha del Deportivo Pereira atesorará la camiseta con la que Fabro erró el penal que le iba a dar al Once Caldas la Intercontinental de 2004, en dónde esconderá el técnico Reinaldo Rueda su museo de máscaras de momia.

De la Copa América que ganó Colombia guardo solo un recuerdo vago de Iván Ramiro Córdoba alzando la copa, por los tiempos en que empezaríamos a saber que a Dayro Moreno también le gustaba levantarla. Tengo más presente la vez que Messi jugó en el estadio Palogrande de Manizales, cuando él apenas era una promesa del fútbol, en el Sudamericano Sub 20 de 2005. He visto videos de gente en Pereira que lo grabó cuando compraba guayos en un San Andresito. ¿Alguien tendrá alguna camiseta que usó, o por lo menos los cordones, o el aire que respiró guardado en un frasquito? Creo que los verdaderos hinchas almacenan desprendibles de boletas casi ilegibles, camisetas decoloradas, cojines inservibles, balones desinflados y pantalonetas descosidas cual pequeños y estropeados tesoros viejos. Como yo soy un mal hincha, no guardo nada. Apenas algunas memorias que me sirven para escribir.

Entre paréntesis, ¿qué hará Messi con todas las camisetas que le regalan?, ¿habrá mandado a construir una especie de clóset del tamaño de otra casa en el que las cuelga, o las dejará como trapos cualquiera para que le hagan el aseo en sus casas? Quién sabe. Lo más seguro es que las que él les da a los jugadores contra los que juega las deben enmarcar, sin lavarlas, casi sin tocarlas, para preservar lo mejor posible el sudor del Messías.

Menos mal aún nos quedan los objetos, ahora que la inteligencia artificial pretende volvernos digitales y el VAR siempre hace que gane Argentina (como pasó en el partido contra Chile). Dicen por ahí que esta Copa es solo cuestión de trámite: ya la acarician en sus manos los gauchos, los virtuales ganadores.

También nos queda la ilusión de haber visto el estadio de Houston repleto de camisetas amarillas para que la zurda de James se inspirara en un partido difícil contra Paraguay. O el fresquito al ser testigos de cómo los enanos se vuelven gigantes (Venezuela) o cómo los gigantes se vuelven enanos (Brasil). Puede que ya sepamos el desenlace, pero quién quita que ahora toquemos en nuestras manos las cosas que, dentro de veinte años, nos harán sentir la nostalgia de una victoria esperada. Por ahora, no le demos más ideas al presidente, que es capaz de convertir en Patrimonio Cultural de la Nación el bate de Jaime Bateman.

Por Julián Bernal Ospina.

Jueves 27 de junio de 2024.

El debut de la sele: entre la ilusión y lo bizarro de ser colombiano

Como lo habíamos afirmado alguna vez en este espacio, para los futboleros la vida se cuenta en (Mundiales de fútbol)Copas América. Por ende, los recuerdos de la existencia llegan con la forma de Hugo Rodallega haciendo de arquero al final de un partido contra Estados Unidos tras la expulsión del portero por su demora amarrándose los guayos; o el choque de Neco Martínez con Mario Yepes que generó un rebote aprovechado por el peruano Lobatón, quien la embocó hasta el fondo y eliminó al equipo del Bolillo, a la postre licenciado por agresiones a una mujer.

También nos llega el repudiable recuerdo del Dibu celebrando por haberse “cogido” a Yerry Mina después de atajarle su predecible tiro penal, para, nuevamente, privarnos de una final continental.

Todas las anteriores formas de conmemorar las tristezas patrias de nuestro único símbolo de unión nacional, contienen algo de infortunio pero también una pizca de ese concepto que nos ha dado la modernidad: bizarro. Palabra que se define como algo raro, fuera de lo común, extravagante; de esas situaciones que tanto nos ocurren como nación en el trasegar del día a día, género que por nuestras tierras adquirió su propia especie y fue bautizado como “colombianada”.

Justamente, una de las colombianadas futboleras más memorables, junto con la recordada frase de “Aristizábal es el mejor jugador de fútbol del mundo sin balón” o la goleada que le propinó el Real Madrid al Millonarios (8×0) o el londrinazo (derrota con Brasil 9×0 en el preolímpico del 2000), es la famosa e inolvidable afirmación del prócer del balompié criollo Francisco Maturana cuando indicó que “perder es ganar un poco”.

En una campaña publicitaria de uno de los patrocinadores oficiales de la Selección –y al mejor estilo de los comerciales emotivos que hacen los argentinos antes de cada competición futbolera–, se conmemoró con dicha frase las historias de vida de algunos de los jugadores que participaron en la única Copa América que en 108 años de historia ha obtenido nuestro combinado tricolor. Esa de 2001, que se vio manchada por la situación de conflicto armado en Colombia, por las múltiples decisiones de aplazarla como consecuencia de la falta de garantías de seguridad, por la no participación del combinado argentino a propósito de sus críticas a la situación del país (irónicamente, meses después, vivirían una de las peores crisis económicas de su historia) y por otros tantos asuntos extrafutbolísticos que no tuvieron la capacidad de quitarle a todo un pueblo la alegría de celebrar la conquista deportiva.

Y cómo no recordar ese torneo de hace 23 años, que justamente se jugó en nuestra tierras, nuestros estadios, cuando teníamos una combinación de jugadores que eran figuras en el extranjero como los Córdoba y Mario Yepes, y un conjunto de individuos que se destacaba a nivel local, como Giovanny Hernández, Freddy Indurley “el Totono” Grisales (hablando de asuntos y nombres bizarros), Eulalio “el Cojo” Arriaga y el goleador, Víctor Hugo Aristizábal (el mentado mejor jugador del fútbol del mundo sin balón).

Manizales, nuestra linda comarca, observó un par de partidos para jamás olvidarlos. En uno de ellos, Brasil, que no había traído su nómina estelar, fue eliminado por Honduras, el cual definió su participación a última hora por la cancelación de Argentina y de Estados Unidos. El partido se convirtió en una de esas gestas de David vs. Goliat. Pero también celebramos a rabiar la clasificación de nuestra selección a la final contra el mencionado seleccionado centroamericano, con anotaciones de Gerardo Bedoya (récord mundial en tarjetas rojas recibidas) y el goleador Aristizábal. La fiesta se cerraría el domingo siguiente en Bogotá y ante los mexicanos, triunfo sellado con el cabezazo de Iván Ramiro Córdoba, impulsado por el resto de Colombia que necesitaba ese respiro ante tanta violencia (como hoy en día empezamos también a implorarlo).

Actualmente, quizás en un ámbito menos extravagante en cuanto a todo lo que ha rodeado estas última décadas al equipo tricolor y con las nuevas formas de ver, seguir y alentar a nuestra selección, poseemos una confianza, si se puede llamar más objetiva, por el funcionamiento del equipo dirigido por Lorenzo y por los resultados del último par de años. De acuerdo con esto, desde las 5 de la tarde (horario terrible para los oficinistas que teníamos entre 5 y 10 años cuando Colombia ganó su única Copa América), con la ansiedad que se ha caracterizado tan bien en la película animada del momento, aspiramos a dejar de perder para ganar un poco y, por el contrario, queremos el inicio de la senda ganadora de verdad, ganar mucho, de la mano de Luis Díaz (quien compite cada 8 días por ser el mejor jugador del mundo, este sí con balón), de Rafael Santos Borré (cuyo nombre resultó del fanatismo de su padre por Diomedes Díaz), de James Rodríguez (en quizás su última Copa América como titular indiscutible), de Daniel Muñoz (que recordó en el último partido amistoso sus antepasados barristas), y de la historia, con elementos infaltablemente bizarros de todos los demás convocados. Ojalá esta sea la copa que se traigan a casa, después de que los gringos nos la robaran para jugarla en sus estadios de fútbol americano.

Por Juan David Morales.

Lunes, 24 de junio de 2024.

MesSísifo

Foto tomada de: https://www.marca.com/futbol/copa-america/2024/06/21/6674e4f5e2704ed43e8b4572.html

¿Soccer o fútbol? ¿Esa es la cuestión? Por fortuna para el Fercho, los pastores de la antesala del partido de la inauguración opacaron la transmisión errática del show del cantante (¿cantante?) colombiano. ¿Y creyeron que una Copa en un país de evangélicos iba a pasar desapercibida para las nuevas ideologías religiosas? Cada quien aprovecha su barranquito (tal y como nosotros aprovechamos este blog para derramarnos en prosa futbolera).

Digo nueva porque Emiliano Agüero Esgaib –el predicador que leyó una oración en español antes del juego– es pastor de la iglesia evangélica Más Que Vencedores, con sede en Asunción (Paraguay), que nació en 2001. Si nos gana Paraguay en el primer partido de Colombia –será este lunes–, sabremos que fue por obra y gracia del mal Agüero paraguayo. Y seremos, como siempre, más que perdedores.

Ayer se inauguró una Copa América en ¡Estados Unidos! “¡Dios bendiga a América!”, dijo Agüero, vestido de corbata cual vendedor de biblias afuera de un estadio. No supimos si ese “América” se refería al continente o al imperio. 72 mil espectadores en el Estadio Mercedes-Benz de Atlanta presenciaron antes de que comenzara el partido esa oración corta en que se abusó del nombre de Cristo y de Dios; pero también pudieron ver en una gran pantalla circular ubicada en el techo lo que la transmisión internacional nos mostraba a los cristianos de todo el mundo. Un derroche de estímulos para creer que son omnipresentes –herejes, quién lo diría–.

Todo un lujo gringo (ya sabemos que en sus bares hay por lo menos veinte pantallas que enturbian las conversaciones). Aunque parece que los organizadores no se fijaron en algo elemental: la cancha. “No es una cancha para jugar al fútbol”, dijo el técnico argentino Scaloni. Otros futbolistas argentinos también se quejaron. Lo que demuestra que los gringos son rezanderos, pantalleros y no les interesa el fútbol (solo el negocio), y que a los argentinos se les suele olvidar los potreros de las “villas” en donde jugaban cuando “pibes”.

Sobre la inauguración del Fercho, por un momento pensé que el evento estaba organizado por el partido Verde de Manizales: el verde chillón y las gafas oscuras de ciclistas me produjeron un incómodo flash back. Todo era, por fortuna, producto de mi escasa imaginación, y pude ver a Feid con pinta de platuda gamba paisa yendo al gimnasio. Por lo menos le abono que no hizo playback y que canta parecido a las canciones.

En cuanto al partido, Argentina tenía el reto de sobreponerse a dos cosas: de ser los campeones del mundo y de la última Copa América, y de empezar los torneos con derrotas (en el Mundial pasado, como recordarán las lectoras, perdieron contra Arabia Saudí en la primera fecha). Yo creo que frente al mal Agüero paraguayo tenían un as bajo los guayos: el buen Agüero del Kun llevando a la cancha la copa ganada.

Ya después vimos a Messi en la cárcel que le propuso Canadá durante el primer tiempo. Pensé en el tortuoso y torturado Messi (más incómodo con –que acostumbrado a– esos grandes estadios de grandes pantallas y de soccer plagiado), llevando una vez más el balón hecho piedra como Sísifo hasta la cima de la montaña, con el único propósito de dejarlo caer y así emprender después el ciclo.

Dos goles errados me hicieron pensar que ya no sería capaz de subir la piedra; dos pases geniales vueltos gol me hicieron creer, en cambio, que aún tiene piernas para dejarnos ver las últimas obras maestras de un superdotado. Todo lo demás –credos, pantallas, negocios y estadios– se vio eclipsado por esa pierna zurda que se resistió a morir y que quiso seguir disfrutando el juego de cargar el balón a cuestas hasta la cúspide del gol, para soltarlo de nuevo, dejarlo ir y jugar otro partido más.

Por Julián Bernal Ospina.

Viernes, 21 de junio de 2024.

Publicado por julianbernalospina

Escritor. De formación politólogo con estudios de maestría en construcción de paz. Énfasis en escritura, literatura, periodismo e investigación cualitativa.

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