Dibujo hecho Maria Antonia Bernal Ospina
Yo quisiera ser como tú. Un hombre. Uno te ve y ve a un hombre que sabe que es un hombre. Habrá otras cosas que tal vez uno perciba después de haberte visto, pero, la primera impresión, la de cualquiera que te vea caminando o en el carro, es esa: “Ahí va un hombre caminando”, “Ahí va un hombre en su carro”, dirán. Tal vez no se trate tanto de aferrarse a un género sino simplemente de serlo: ser un hombre, vivir como un hombre, estar como un hombre, amar como un hombre, sentir como un hombre, mentir como un hombre, temer como un hombre: ser como un hombre siendo un hombre.
No es que yo no lo sea. Tal vez te lo estés preguntando. Solo que a veces siento que tengo la incómoda enfermedad de ser un hombre. En cambio, cuando te veo y cuando te recuerdo, sé que tú no sientes eso. Para ti ser hombre es la mejor cosa que te pudo haber pasado en la vida. Ni siquiera el fútbol o tu amor por mi mamá o tu deseo o el trabajo o tus hijos o tus amigos o tu familia o el aguardiente. Ser hombre te ha significado un lugar en el cual poder moverte sin salir caminando a ningún lado. Un lugar para llegar siempre que lo necesites. Por ejemplo, cuando terminas la jornada, te he visto ponerte la pijama, destender la cama, saltar el obstáculo de mis piernas, y acostarte como solo un hombre podría.
No me preguntes por qué lo siento así. Tal vez sea tu silencio o la forma eficaz en que lo dejas todo al lado para concentrarte en el momento más importante de tu día: cuando te acuestas y, notando la cama fría y limpia, planeas la siguiente jornada. De pronto también tu cuerpo rígido, tu pelo corto y negro, tu seriedad eterna de lunes por la mañana, tu ropa informal solo ajustada a la figura de ti mismo. Pudiera ser también la voz con la que saludas “¡Buenas tardes!” así sea un domingo de familia, o la forma con que tu risa a carcajadas repletas solo puede acompañarse de tu camisa remangada. Sin embargo, pensándolo bien, definitivamente se trata del quiebre agudo de la voz cuando coges y saludas a Blue: si bien pudiera ser la cosa más tierna que has hecho en años, no hay forma de no verte como se vería a un hombre acariciando a un gato.
Quisiera ser como tú, no para ser un hombre como lo eres, sino para ser el hombre que has querido ser. Yo siento que cuando estás triste, o enfermo, o tan feliz que no puedes ni pensar para decir algo, siempre te veo siendo ese hombre que has querido ser; llegas a ti mismo como quien entra a un baño turco a sudar todas las energías negativas. Alguien alguna vez te dio la pizquita de fortaleza que se necesita para no sabotearse a sí mismo, y para tener un objetivo tan claro en la mente que uno podría leerlo pasando por la frente como si tuvieras una pantalla en la cabeza. Ya va siendo hora de que le dejes a la humanidad ese secreto solo tuyo de tener tus metas tan claras como el camino hacia ellas.
Hoy, que se celebra el Día del Padre, no solo digo lo que más admiro de ti, sino que te pido que nunca dejes de serlo, incluso ahora cuando ser hombre es una materia tan escasa. Yo puedo decir, con orgullo, que tengo un papá que es el hombre que ha querido ser, sin eso querer decir que nunca hayas tenido que cambiar.
Sé por tu mejor amigo que el mejor regalo que puede dársele a un padre es que sus hijos sean felices. Yo te prometo que lo intentaré.
Junio 20 del 2021
Contactar
Julián Bernal Ospina