Óleo sobre lienzo. Dos desnudas, por Pablo Picasso (MOMA, Nueva York). –¡No puedo creer que eras tú!–, gritó María, sentada en el piso de su cuarto, recostada en la pared, subiendo la cabeza. –¡Sí, claro!–, dijo Juana, al otro lado de la pared. El de Juana era un cuarto que, a pesar de ser sábadoSigue leyendo «Intercambio de almas»