El olvido de la muerte

Dentro de poco será común ver seres ultrahumanos con cola de lagarto, gatos con sonrisa de niños y cucarachas conscientes de su feúra. Los alebrijes que alguna vez soñó un artesano mexicano se convertirán en mascotas que se esconden debajo de las camas. Esperarán a que lleguen sus dueños, nacidos de vientres de máquinas y con aspectos de genética fabricada, para lamerles los zapatos de pie de elefante. Usarán sus lenguas bípedas de dragones para lamer los zapatos con pequeñas ráfagas de fuego y ceniza. Con sus garras de esqueletos de pescado arañarán los pantalones, los maletines, las corbatas, y sus dueños, sonriéndoles como muñecos vivos –recordando el semblante de algún Ken o alguna Barbie de una película de terror– los electrocutará con diminutas dosis, a través de su pistola portátil, que guardarán siempre junto al ojo escondido al costado del pantalón.

Dentro de poco el mundo común que conocemos será lo menos común que conocerán los ultrahumanos, paridos por máquinas especializadas, criados por seres móviles que por piernas tendrán ruedas, amamantados con largos tubos de plástico conectados a una matriz artificial productora de leche de sabor dulce. Los padres, con todo tipo de figuras, elegirán a la carta, en hologramas a escala, las diferentes combinaciones de sexo y de género que querrán que sus hijos tengan, las formas en que crecerán, sus gustos, el color de la piel, el de los ojos, la manera de sonreír. Hasta los miedos, con un rápido movimiento de mano o de pezuña, serán eliminados o potenciados insertando imágenes prestablecidas en el universo del inconsciente de los recién llegados a la existencia de este lado de las cosas.

De este mundo aún extraño para nosotros, solo posible en cuentos, novelas, películas y ensayos de aparente sinsentido, ahora tenemos un indicio: la ruta infalible hacia el olvido de la muerte. En esos años del futuro –si se miran con mayor atención quizá sean solo un tipo de pasado– la muerte será el enemigo olvidado. La idea de finitud, de límite, de debilidad, será odiada y, por tanto, borrada. No como ahora, en estos tiempos en que la muerte, para unos, es temida como un ser misterioso e incomprensible; la Parca es, todavía para millones de humanos, un dios temible que podría llegar como una caída o como un virus. Para otros, la muerte no es más que un espectáculo. Solo otro chiste vacío. El espejo de la vida hueca. La rebeldía estable de los tiroteos gringos.

Temo que estos segundos, que son quienes dominan el mundo, prevalecerán.

La muerte estará en el lugar del olvido, en el lugar de la nada. Esa sensación de inmortalidad, de no límite de identidad ni de especie ni de nada, será, paradójicamente, el camino hacia ella: hacia la extinción. La diosa sabe cómo hace sus cosas; sabe también cómo deja de hacerlas. De la estupidez y el vacío hacia el olvido y después a su encuentro. En esos tiempos, en ese futuro pasado, la idea de la muerte como reivindicación política de los fundamentalistas será apenas un chiste. Será incomprensible, por ejemplo, lo sucedido al escritor indoinglés Salman Rushdie, agredido por un joven triste y flaco –palabras que usó el entrenador de boxeo de Hadi Matar para describir a su pupilo, cuyo apellido pareció definirle su destino–. En esos tiempos en que no habrá fronteras entre máquina y humano, quizá la ética sea solo una idea de la que hablaron seres barbados, esa especie anterior que, para ese entonces, como dice el escritor Orlando Mejía Rivera, existirá solamente en las estatuas. La especie siguiente nacerá con el chip del olvido de la muerte y con el deseo único y absoluto de desplegar su infinito deseo.

28 de agosto del 2022

Publicado por julianbernalospina

Escritor. De formación politólogo con estudios de maestría en construcción de paz. Énfasis en escritura, literatura, periodismo e investigación cualitativa.

2 comentarios sobre “El olvido de la muerte

  1. Gracias Julián por compartir tus excelentes escritos. Viví a través de tu acertado recorrido por el Rogelio, la riqueza de la Feria y la realidad que estamos viviendo en el «olvido de la muerte». Un abrazo

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