Reseña sobre Tubo a tórax, novela del escritor Juan Camino Morales Benavides, publicada por Editorial Zaíno (2022).
El protagonista de esta novela no tiene nombre. Ni su madre, ni su hermano, ni su abuela, ni sus tías, ni el man del gimnasio que le gusta tienen nombre. Solo tiene nombre su perro, Chester (sin mencionar el de la novela, Tubo a Tórax, y el de su autor, Juan Camilo Morales Benavides, nombre que es como dos versos). En principio por una razón fundamental: que los nombres no importan, son solo un artificio que los seres humanos les asignamos a las cosas con la infundada creencia de que podemos darles a los objetos las formas de las palabras. (Alguna vez le oí al autor decir eso desprevenidamente, pues gozo de su amistad).
Sin embargo, hay otra razón, menos filosófica, tal vez, y más formal: que la novela es el acceso a la mente de una voz narradora. La novela es un torbellino, a veces un dolor profundo, a veces una herida breve, pero siempre es como un cuchillo, como un tubo a tórax; es un ir y volver entre espacios y tiempos, pasados y presentes, lugares y escenarios; un ir y venir de una mente alocada que quiere vender una bolsita en la que hay un polvo rosado (tan común hoy en las altas esferas del poder), y que no logra superar el duelo por la muerte de su hermano, el hermano mayor, implicado en la venta de ese polvo increíble, el polvo rosado que mueve montañas y mandíbulas.
Al la voz narradora de esta novela le parecería una bobada lo que escribo en la reseña (en principio, a mí también, pero es una excusa para decirles que lean la novela, déjense llevar por un furor). En general, todo le parece una bobada. El mundo es un chiste, y a lo único que le encuentra sentido es a la fiesta, a los cuerpos de la fiesta, al ritual frenético del sinsentido, espacio en que halla sentido solo porque es la liberación del sí mismo. Ahí llegan los cuerpos, a la “Fiesta Pezones al Aire”, como masas chorreantes de sudor, a liberarse de las ataduras de este mundo.
Pero la mente siempre gana la pelea y el sí mismo siempre está ahí, abriendo compuertas del pasado remoto o reciente, poniendo en frente la muerte y la enfermedad, la miseria humana y la mundanidad, los rezagos del amor y del desamor, la nostalgia y el arraigo. La mente juega con personajes que son arquetipos de nuestra sociedad, crea destellos, brillos, de lo que hay allá afuera (partamos del hecho de que ese afuera existe): políticos de pupilas dilatadas, monjas cadavéricas, tías lengüisueltas, madres abnegadas, padres violentos, policías sexis, negros tiernos y un largo etcétera de personajes salidos del viaje al interior.
Al final de la novela, la voz narradora dice: “Mi abuela mandaba a mi hermano contra la pared para que estirara las manos con la antena del televisor y ella pudiera sintonizar el rosario; mi hermano con las manos estiradas parecía el Cristo que mi abuela tenía colgado en esa misma pared. Mi hermano recibió un tubo a tórax, un roto en el costado, uno de los procedimientos más dolorosos que hay, dijeron los médicos, menos mal él ya estaba ido y no lo sintió. Cristo recibió una lanza en el costado y el aguasangre brotó. Tal vez mi hermano sí murió (…) por el perdón de nuestros pecados”.
La voz narradora tal vez lleva el nombre de duelo. El viaje por espacios y tiempos contradictorios, dicotómicos, solo la hace una y otra vez querer comprender lo que sucedió con la muerte trágica de su hermano. Aunque el protagonista siempre avanza, lo hace en círculo, para llegar al mismo lugar, como la vida. Así lo dice Carolina Sanín, en su comentario sobre la obra: “Trata de la línea y el círculo. Se desenvuelve como una fiesta hacia la muerte y busca la fiesta de la vida. Explora y construye la individualidad, de golpe en pérdida y de voz en voz”.
Sobre el autor Juan Camilo Morales Benavides, a continuación una reseña de sí mismo que aparece al final del libro: “es profesor universitario. Estudió 2 semestres de medicina, 3 de comunicación, otros 2 de medicina, 1 de lengua, 2 años de guitarra y 5 de Judo en los que aprendió a caer de más de 10 maneras distintas. Terminó Cine y Televisión y una maestría en Escrituras Creativas, así como esta novela y sus 7 ilustraciones. Su mayor logro es haber sacado 8 pares seguidos jugando parqués. Vive en Manizales con Chester, siempre quejándose de que no hay nada para hacer. En los 7 años que vivió en Bogotá solo salía a comprar dulces al supermercado. No conoce Monserrate. Le gusta hacer cuentas mentales (47 es la suma de los números del párrafo anterior). Tubo a Tórax es su primera novela”.
12 de febrero de 2023
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Julián Bernal Ospina